El hotel era pequeño,
bueno, para lo pequeño del pueblito era grande, teníamos quince
habitaciones repartidas en las dos plantas, sobre la planta baja
donde estaba la recepción, el salón comedor , la cocina , y los
servicios de mantenimiento del hotel, a cincuenta metros del lago que
era toda la atracción de la zona, las quinientas personas que
habitaban el pueblo daban un promedio de edad de cuarenta y cinco
años, digamos un pueblo de gente grande en su mayoría con la vida
resuelta y pocas aspiraciones, por la cantidad de gente bastaba con
uno o dos comercios en algunos ramos, los ingresos generales de las
personas llegaban desde las pequeñas explotaciones agropecuarias,
las pensiones jubilatorias, los empleos en el Banco o el Correo, el
centro comunitario, la estación de servicio, que quedaba a la
entrada sobre la ruta a unas diez cuadras del centro donde esta la
plaza y donde estamos nosotros con nuestro hotel, y que desde las
ventanas del tercer piso, se ve la costanera del lago y el agua gris
que formaba su espejo.
Entre los clientes que
teníamos, por lo general, eran familiares de los mismos habitantes
del pueblo, salvo algún que otro viajante o turistas buscando un
poco de silencio en donde solo teníamos una antena comunitaria para
ver televisión en horas de la tarde y hasta las cero horas donde se
cortaba la transmisión para realizar el descanso nocturno.
La oficina telefónica se
manejaba con una central de cien lineas en donde estaban habilitadas setenta y dos abonados para comunicaciones internas y donde las
llamadas nacionales se hacían por medio se la operadora de turno.
Nosotros teníamos una
cabina con un teléfono para llamadas externas al pueblo que usaban
las personas que de paso llenaban nuestras habitaciones.
Con el correr del tiempo
en mi trabajo de encargado del hotel, con ocho años al frente de la
atención al público, fui conociendo a los familiares de los vecinos
que venían de visita por vacaciones o por acontecimientos como
aniversarios importantes y hasta por defunciones.
Tenía tres ayudantes, una
en la cocina para los desayunos que se incluían en el precio de la
estadía, y en el resto del turno se ocupaba de la lavada de la ropa
blanca en uso, otra chica que se encargaba del aseo de las
habitaciones, áreas comunes y el arreglo de camas, y la tercera como
ayudante administrativa y recepción en turnos aleatorios conmigo.
Así veíamos pasar gente
durante todo el año por nuestro hotel,que considerábamos “nuestro”
ya que ni siquiera sabíamos quién eran los verdaderos propietarios,
mi ingreso se produjo por una entrevista con la encargada anterior a
mi llegada y las cosas se sucedían de acuerdo a las necesidades,
todo funcionaba de una forma programada en donde una vez a la semana
se depositaba en el banco el excedente del balance de la semana y en
la oficina de correos el sobre con los soportes escritos de todas la
operaciones en la casilla con el nombre del hotel, nunca supe quién
retiraba el sobre que consignábamos nosotros, aunque nos avisaban por teléfono cuando teníamos correspondencia llegada a nuestro nombre.
Que loco pensar que el
propietario de hotel fuera quizás alguno de los pasajeros, pero
quien?, siempre me hice esta pregunta, y trataba de acordarme de los
clientes circunstanciales y repitentes con o sin compañía, las
charlas con la gente nunca pasaba mas allá de información de
pueblo, el lago, la gente, las posibilidades de instalarse a vivir y
agrandar la cantidad de habitantes, que posibilidades de nuevos
negocios, y así como del clima y hasta de la enseñanza en la única
escuelita donde dos maestras y una directora, formaban a los niños y adolescentes desde el jardín infantil, hasta el ciclo básico de secundaria, y que ocupaba un espacio en el centro comunitario donde
un representante de los vecinos hacia de intendente, juez y policía.
Me consideraba afortunado
de vivir en un lugar, podríamos decir, un paraíso en comparación a
las medianas o grandes urbes, y creo que era porque, aunque conocíamos de la existencia de la tecnología moderna, no era para
los habitantes del pueblo una necesidad imperiosa, a treinta
kilómetros, en el pueblo vecino, se podía encontrar las señales
para telefonía celular o internet en cualquier establecimiento, o sea
que vivíamos en un espacio de pleno descanso.
Una tarde llega en su auto
nuevo un cliente a registrarse y reserva otra habitación para la
mañana siguiente para una pareja con la que quedaron encontrarse aquí, nada en particular ya que el flujo de hospedaje estaba en un
cincuenta por ciento, era mitad de semana, y se incrementaba la
cantidad de personas en el fin de semana ya que mucha gente venía a
pescar.
Al otro día llega la
pareja que tenía la reserva, y reconocí al hombre de haber venido
en alguna otra oportunidad, pero no así a su acompañante, una mujer
muy hermosa y elegante, portaban solo una maleta de tamaño normal,
como para uno o dos días, se registraron y subieron a su habitación en la parte del frente del hotel.
En el salón comedor se
reunieron los tres a desayunar y se veía una relación normal, como
de amigos, desde la recepción podía observar a través de una de las
ventanas del comedor casi todos los movimientos en el salón.
Estuvieron viendo folletos
y papeles, tomando notas, sacando cuentas con la calculadora como
programando algún emprendimiento u organización, salieron los tres
como a la once de la mañana a recorrer el pueblo y a almorzar
supongo, ya que no hay mucho para ver a no ser que sea el embarcadero
en el lago y el restaurante-confitería del paseo comercial.
Eran las tres y
veinticuatro de la madrugada cuando me despertó la alarma de humo,
algún desvelado fumando
en la habitación pensé, cosa que estaba prohibido, me levanto a ver
el tablero de que piso era y encuentro una densa cortina de humo en el
primer piso, automáticamente pongo la alarma de incendio y los
pasajeros asustados salían corriendo de sus habitaciones, algunos con
algo de equipaje , otros como estaban en la cama, con lo puesto,
desde el centro comunitario la persona de guardia puso en
funcionamiento la bomba de absorción de agua del lago y en la
camioneta de la entidad salió cargando las mangueras para incendios,
no había bomberos, solo una red de tubos que en cada esquina tenía
una boca de incendio donde se conectaban las mangueras y los vecinos
colaboraban voluntariamente entre todos para apagar el fuego donde
fuere, rapidamente comenzó a llegar gente a ayudar mientras que los
huéspedes salían corriendo hacia la calle, de dos de los balcones
del primer piso se descolgaron los ocupantes de esas habitaciones no
sin tirar antes las pertenencias a la calle, la hermosa mujer que
llegara en la mañana salió con ropa interior solamente pero le
alcanzaron una camisa para que se cubriera, las llamas eran cada vez
mas grandes, los gritos de miedo y de los voluntarios se juntaban
cuando empezaron a echar agua hasta adonde alcanzaba la presión de
la bomba en el costado del lago, el trabajo fue arduo cuidando que el
fuego no cercara casas vecinas,a eso de las cinco de la mañana solo
se veía algo de humo salir de los escombros y de lo poco que quedó
de la recepción todo mojado solo pude sacar el libro de registro a
medio quemar y tiznado con las brazas de las maderas del mostrador.
Era mi tarea ahora comprobar cuanta de la gente que estaba en el hotel estaba en la
calle, sentados en la vereda frente al incendiado hotel comencé a
tachar a los presentes viendo quienes estaban y si alguno quedó bajo
las ruinas del incendio, el registro del día me sumaba diez y seis
personas pero los que tenia delante solo eran catorce, la bella mujer
lloraba desconsoladamente sabedora de que los dos faltantes eran los
que estaban con ella en el día anterior.
Comenzaba a aclarar cuando
llegó el delegado municipal a levantar un acta con la información
que yo le tenía que dar, hora del incendio, persona hospedadas,
reacción en la contención del fuego, estimativo de perdida y esas
cosas que son parte del recuento de los eventos en estas
circunstancias.
Con el ofrecimiento del
salón comunal de la delegación para agrupar a todos los residentes del hotel esa mañana, y tratando de llevar contención por el mal
momento pasado durante la noche, comenzaron a llegar algunos vecinos
con jarras de café y poniendo a disposición los teléfonos de las
casa para cualquier llamada a familiares o amigos.
Las tres empleadas del
hotel llegaron a hacerme companía y queriendo saber que iba a ser de
sus trabajos ahora que no excistía mas el hotel, yo no podía
responder a eso, “nuestro” trabajo ya no estaba, hasta ayer vivíamos en un pueblo paraíso y un día después estábamos viendo un
dantesco panorama.
Quien llevará a cabo la
investigación de lo ocurrido, quien se hará cargo de los daños a
terceros, de nuestros puestos de trabajo, de reconstruir nuevamente
un edificio para la misma prestación, QUIEN...
Se me terminó la
ilusión...