martes, 15 de enero de 2013

La Jeringa de Esteban


Tendría unos sesenta años aunque parecía mas joven, vestía bien y bastante a la moda para su edad, viajaba mucho durante el día por su trabajo en colectivos, trenes, subtes, por lo menos nueve viajes al día para visitar a sus clientes, la diabetes lo tenía como insulinodependiente y siempre llevaba en algún bolsillo una cajita metálica con el frasquito de insulina y una jeringa pequeña con una aguja muy delgadita y corta como la que se usa en estos casos; Son muchos los trastornos al viajar en una gran ciudad, las horas pico, los retrasos en los transportes, la gente deshubicada que molesta a los demás con toda la nueva tecnología en la que se puede hablar por teléfono aún bajo la tierra , como escuchar música que solo a ellos les gusta, la intolerancia generalizada entre mucha de las personas jóvenes, quien sabe por qué, quizás la rapidez que exige el momento actual, el dinero que no alcanza, la mala educación en el seno familiar, -si es que tienen una familia mas o menos estable-, y esto repetido veinte veces al mes, once meses al año, y durante los muchos que tenía siendo corredor para una empresa de valores en bolsa, ya estaban mellando su nivel de resistencia a las cosas externas a su mundo, que era mas bien de un solitario de buen pasar, con departamento propio y algunos ahorros en le banco de algunos títulos que por recomendación de los "genios" de la empresa siempre guardaba como para darse los gustos en el mes de vacaciones que tenía, o algún gasto extraordinario pero nada ordinario que se daba de vez en cuando.

Aplicándose la insulina una noche en que terminaba de ver una película bastante lúgubre donde vio como veinte asesinatos sin motivos aparentes se le cruzó por la cabeza y aprovechando que llevaba todos los días la cajita metálica con la jeringa agregar otra pero con un potente inhibidor de un producto que compro por Internet con un nombre bastante tropical como la "burundanga".

No usó la segunda jeringa por unas cuantas semanas, hasta que una mañana viajando al lado de una adolescente que discutía con su madre por teléfono, en forma muy fuera de lugar para una niña de quince o diez y seis años, decidió probar la segunda jeringa a ver que efecto producía, y como quien no quiere la cosa saca de su caja de la insulina la segunda jeringa que tenía marcador de milimetros en color verde , como para diferenciarla de la de uso personal, y si hacer casi movimiento le inyectó en la pierna izquierda de su vecina de asiento los pocos milimetros del quita voluntades extraído del cacao sabanero en las montañas de Colombia.

La niña apenas sintió el pinchazo, que no fué mas que el de un mosquito en apenas tres o cuatro segundos se quedó con su telefono sobre el regazo, totalmente callada, con cara de perdida , y de no saber donde estaba.

El primer experimento había salido bién, estaba contento de viajar al lado de alguien durante todo el trayecto en silencio, al momento pensó, -y que va a pasar despues que me baje, hasta cuando le durará el efecto ?- Se conformó diciendose para sus adentros que el micro tenía una terminal donde llegar y seguramente allí se harian cargo, se bajó una media hora mas adelante y dejó de pensar en el asunto.

Estaba contento esa noche en su casa mientras recargaba la jeringa de burundanga para otra oprtunidad.

Unos dias mas tarde tubo oportunidad de usarla nuevamente, esta vez fué con un joven que escuchaba una estridente música desde su movil y sin auriculares, le pidió amablemente que bajara el volumen o se pusiera los auriculares, como respuesta recibió una sarta de improperios en voz alta que llamaron la atención a todo el pasaje, con la tranquilidad que lo caracterizaba, sacó su cajita del bolsillo del saco y en cuanto el joven miraba hacia afuera por la ventanilla del tren aprovechó a propinar su estocada burundanguera, otra vez, muy pocos segundos y le saco esta vez el movil de las manos arrojandolo por la ventanilla, al no sentir mas esa música la gente se daba vuelta sonrriente mirandolo, pero tubo miedo que se dieran cuenta de algo y en la primer estación se bajó, -al menos van a seguir el viaje tranquilos los que quedaron en el tren-.

En el andén donde estaba esperando el proximo tren, vió a un energúmeno pegandole a una mujer gritandole un montón de palabras obsenas, - lastima que no tengo otra dosis, pensó.- pero en este caso hizo una reflección mas seria, - este tipo de gente no tiene que existir -. De regreso a su casa paso por varias farmacias buscando una jeringa con distinto color de marcación milimetrica hasta que encontró una importada en color rojo, se puso a buscar por Internet algún veneno liquido para roedores a base de  Estricnina o Cianuro de uso en minería.

Una tarde al llegar a su departamento encontro en portería un pequeño paquete a su nombre en el que venía lo comprado por Internet, presuroso fué a cargar la jeringa roja con el potente veneno para tenerla disponible y usarla en algun caso de agresión personal contra alguien indefenso.

Se disponía a ver una de esas películas que tanto le gustaban cuando un corte de luz generalizado en todo el vecindario lo dejó sin el postre filmico de cada noche, eso le causo bastante rabia y solo por la impotencia de no poder terminar el dia como él queria se despachó con varios pedazos de torta de chocolate que mantenía en la heladera como para comer en porciones muy pequeñas ya que su enfermedad no le permitia los dulces pero era tanta la rabia que tenía que se le fué la mano con los dulces de todo tipo....

Como a los tres dias los diarios decian que un hombre que vivia solo en un departamento de un barrio lujoso de la ciudad al parecer había fallecido a causa de un coma diabetico ya que encontraron junto a su cuerpo las dosis de insulina en el piso de la sala y especulando escribian que probrablemente queriendo alcanzar las jeringas solo tenía clavada una de color rojo.

Al parecer Esteban se equivocó de jeringa.

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